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domingo, 18 de enero de 2009

Unos tesoros que ya empiezan a descubrirse ante los ojos del público

Rosa Estévez
Encaramarse a la cima de Lobeira puede dejar sin aire a quien ande falto de fondo físico. El paisaje que desde allí se disfruta bien merece el esfuerzo. Y más ahora: al cansado escalador lo recibirán en la cumbre los recién destapados restos de la puerta y de parte de la muralla del que hace unos siglos era uno de los muchos bastiones defensivos que el Arzobispado de Santiago tenía repartidos por toda la ría. Mucho más lejos del mar que sus hermanas de A Lanzada y Catoira, desde Lobeira se vigilaba la llegada de enemigos venidos tanto del océano como de tierra adentro.
El viernes, la música que se escapaba de una radio hacía compañía a los jóvenes que acababan de consolidar las estructuras que el arqueólogo Eduardo Velázquez había sacado a la luz a principios del mes de diciembre: los escalones de entrada a la fortaleza, la estructura en la que se encajaba la puerta, un trozo de muro. Todo eso estaba escondido bajo una buena mata de zarzas y una capa de tierra. No demasiado profundo físicamente, pero sí en la conciencia popular. «Hay mucha gente que no sabía que aquí había habido una fortaleza», explica el arqueólogo mientras cruza la puerta y se adentra «en lo que sería el patio de armas» de aquella estructura. Ahora no es más que una pequeña explanada en la que los caminantes pueden tomar aire antes de subir al peñasco sobre el que se levanta la cruz de Lobeira. Sobre esa piedra se erguía antes la torre del homenaje, cuenta Eduardo. No es la única roca que se aprovechó para dar forma a esa estructura militar: muchas otras piedras jalonan la muralla, y bajo algunas de las grandes rocas se abren cuevas que fueron utilizadas con seguridad por los ocupantes medievales de Lobeira. En el lluvioso diciembre, los arqueólogos volvieron a utilizar esos huecos para protegerse del agua y del frío.
Los descubrimientos
«Circula la historia -cuenta Eduardo desde la cúspide del monte- de que la piedra del torreón se utilizó para construir el pazo de O Rial». La parte más noble de la fortaleza habría sido levantada con granito fino traído de lejos. Habría sufrido, como toda la construcción, la ferocidad de las guerras Irmandiñas. Y habría padecido, como el resto de los muros, el abandono al que cíclicamente estuvo condenado este bastión defensivo. «Llegó a haber pleitos sobre a quién le correspondía mantener la fortaleza», cuenta el arqueólogo de la empresa A Citania.
Aunque su trabajo se concentró en la zona de entrada de la fortaleza -no había ni dinero ni tiempo para más-, el equipo de arqueólogos que actuó en Lobeira hizo algunas comprobaciones más allá del recinto de acceso. Gracias a esas indagaciones, descubrieron que la muralla aún se puede seguir por todo el contorno del monte. Descubrieron, también, un aljibe en el que los moradores de la fortaleza acumulaban el agua de la lluvia por si llegaba la hora de hacer frente a un asedio. Y hallaron, también, restos de la vida cotidiana en esta atalaya sobre la ría de Arousa. Grabados sobre las rocas se ven aún los tableros en los que los vigías jugaban al alquerque, el divertimento de moda durante el medievo. Y en el suelo, mezclados con todo lo que el tiempo ha ido depositando, se han encontrado una moneda de la época de la segunda revuelta irmandiña, un proyectil de piedra y abundantes restos cerámicos. Entre ellos, loza sevillana y cerámica de manises. La primera es un material caro. La segunda es más cara todavía.
Con todas las pistas que Eduardo Velázquez ha rescatado del monte podrá empezar a conocerse en serio la historia de la fortaleza de Lobeira. La fortaleza en la que, según la tradición, estuvo refugiada Doña Urraca. La misma fortaleza de la que, dice la leyenda, se puede entrar y salir a través de un pasadizo secreto. De ese camino bajo tierra aún no hay ni rastro. Pero parece que por fin el viejo bastión defensivo ha encontrado una senda por la que viajar desde el pasado hasta el futuro.
Tomado de: http://www.lavozdegalicia.es/arousa/2009/01/18/0003_7468234.htm

1 comentario:

  1. Todo esto ya venía recogido en "Castrum Lupariae" de Valentín Viqueira (1964) con ilustraciones (creo que de Enrique Porto)de los paramentos y planta.

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