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jueves, 10 de junio de 2010

Dos enterramientos de 5.500 años en el Raval cuestionan el pasado barcelonés

El arqueólogo de la UAB Miquel Molist estima que los asentamientos de esta época pudieron ocupar unas cuatro hectáreas del llano
Ignacio Orovio
Barcelona, 5.500 años atrás: el susurro del mar es permanente. La costa está a pocos pasos y si no hace mucho frío cualquiera puede caminar unos cincuenta o cien pasos mar adentro para colocar redes a la espera de algún pez.
A mano derecha, mirando al mar, se alza una mole rocosa de 170 metros de altura, que cae apico sobre el mar y que dentro de unos 4.700 años se llamará Montjuïc.A la izquierda, hasta donde alcanza la vista, la arena perfila la línea de costa. Hacia el interior, el terreno es ondulado y ascendente y acaba en una cima donde dentro de unos cinco milenios habrá un parque de atracciones.

El lugar está rodeado de encinas, pinos y matorrales y habitado por jabalíes, liebres y ciervos, que los hombres cazan con flechas y lanzas por la carne y el cuero. La zona es húmeda, con charcas de agua dulce, y rica en plantas que dan grano y semillas.

En un claro se alza una construcción estructurada con grandes troncos y de paredes fabricadas con cañas y ramas: la casa está en lo que hoy es calle Reina Amàlia, 31, futuras señas, cincuenta y cinco siglos después, de una promoción de vivienda social.

Frente a ellas habrá una pista de baloncesto con las canastas con las redes de metal. Corazón del Raval.
Las paredes del habitáculo están recubiertas por dentro con barro, resecado con el calor del fuego. La cabaña tiene seis metros de largo y forma ovalada. Contiene una parte algo más hundida, donde se guardan vasijas con grano, algunas de ellas de hasta un metro de diámetro, con gran capacidad de almacenaje. Estos barceloneses ya producen stock alimentario. Algunas de ellas tienen dibujos alargados en relieve, en todo el perímetro, y asas de las que atar cuerdas para colgarlas.

En otra parte hay lascas de piedra, restos del trabajo de los hombres, que han traído probablemente desde Montjuïcpiezas de sílex o jaspe para sacarles láminas a base de golpes con otras rocas; con ellas fabrican hachas, flechas, cuchillos y punzones con los que horadan las pieles, cortan carne, abren bivalvos o se defienden. Los cuchillos de sílex solían ligarse a pedazos de madera, con cuerdas bien ocon cera. Hay también restos de variscita, mineral procedente probablemente de la zona de la actual Gavà. Es posible que hubiera intercambios entre grupos familiares cercanos.

En otro lado hay un hogar para cocinar o alumbrarse y alrededor del cual pasan el invierno los habitantes del lugar, que pueden ser unos treinta, una familia amplia; quizás en las cercanías había otra construcción. Por el suelo hay huesos de jabalí, vaca, oveja y una columna vertebral y una cabeza de buey y moluscos y semillas. También se encuentran huesos y conchas con un agujerito: los primitivos abalorios.

En la periferia de la cabaña hay dos hoyos con un hallazgo excepcional: dos niños, uno de algo más de un año y medio, tal como dicen sus incipientes dientes superiores, fallecido probablemente por alguna infección, según se desprende de las descalcificaciones de su frente. Está enterrado en un hoyo con cierto revestimiento de piedras y estuvo tapado con una losa; el otro debía tener unos cinco años. Ambos están en la propia vivienda, pero no es extraño en aquel momento de la humanidad, de gran mortalidad infantil. Hay pocos humanos de esta época tan bien conservados en el Mediterráneo.

En el exterior hay varios silos de grano, excavados en forma acampanada, que se cubren para evitar la putrefacción y el ataque de roedores y otras bestias.

También hay un pequeño lecho de piedras sobre el que se enciende el fuego: ahuyenta los animales, da luz y sirve para cocer la carne o el pescado. No se hace con cualquier roca, sino con arenisca o cuarcita, que mantienen más el calor cuando cesa el fuego. Esta es la fotografía de la Barcelona de hace 5.500 años atrás, la más antigua de la que existe constancia y de la que una excavación urgente –de los arqueólogos Javier González y Karin Harzbecher, de la empresa Arqueociencia, bajo el paraguas del Museu d'Història de Barcelona– está dando excepcionales resultados en unos 200 m2: aparte de haberse documentado unas 8.000 piezas (un 50 o 60% de ellas muescas o pedazos de cerámica), permite reconstruir un asentamiento habitado en la Barcelona neolítica.

El arqueólogo Miquel Molist, de la UAB, que como especialista en este periodo trabaja con González y Harzbecher, estima que los asentamientos de esta época pudieron ocupar unas cuatro hectáreas del llano barcelonés, no tan lejos de las diez en que se desplegó la Barcino romana.

Muy cerca del lugar, en la iglesia de Sant Pau del Camp, aparecieron a mitad de los 90 más de veinte enterramientos, pero sin estructura de vivienda. Esta permite una reconstrucción de cómo vivían aquellos ¿primeros? barceloneses. En todo caso, sugiere que la historia de Barcelona puede más que doblarse (por el inicio), de Barcino hacia atrás.
Tomado de: http://www.lavanguardia.es/premium/publica/publica?COMPID=53658076278&ID_PAGINA=22088&ID_FORMATO=9&turbourl=false

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